Aún recuerdo la primera vez que visité el Templo Shaolin de China. Era una mañana cálida de verano, la taquilla del templo apenas abría sus puertas y ya había cientos de personas esperando para comprar sus boletos. Mis expectativas eran inmensas, y ¿cómo no? Aquel es el santuario de las artes marciales, lugar que ha visto nacer a extraordinarios maestros de Kung Fu, centro de incontables historias y leyendas.
Pero tan solo unos minutos de recorrido fueron suficientes para darme cuenta de que el templo Shaolin no es lo que prometían las películas. La marea de turistas apenas dejaba pasear por los pasillos empedrados del templo y era prácticamente imposible caminar unos metros sin encontrar una tienda o alguien intentando venderte algo. Fue una decepción total. Más que un templo, aquello parecía el Disneylandia de las artes marciales. Bueno, quizá es una exageración decir que la experiencia fue una “decepción total”, es cierto que la exhibición de los monjes guerreros y ver a miles de estudiantes entrenando en la explanada principal fue algo impresionante. Pero ahí no existía magia, claramente todo estaba enfocado al business; que si el teleférico, que si el guía de turistas o el carrito para no caminar tanto. El caso era exprimir lo mas posible las carteras de los visitantes.
En aquel entonces, vivía en una pequeña escuela de Kung Fu aledaña al Templo. Tuve la oportunidad de visitarlo varias veces más y en distintas épocas del año, siempre con la misma pregunta en mente:
¿Cómo fue que el templo Shaolin se convirtió en una especie de “parque alegórico” para turistas?
Quizá la respuesta está en la misma historia del Templo. Es fácil juzgarlo desde el punto de vista soñador de un amante de las artes marciales, pero si hacemos un análisis más objetivo nos daremos cuenta que todo tiene una razón de ser y que la estrategia de Shi Yong Xin, junto con el gobierno de China, no es muy diferente a la que siguieron los antiguos líderes del templo Shaolin. La adaptación a los tiempos.
Podríamos empezar por decir que el destino del templo fue marcado desde su ubicación a las orillas de la monte Shao Shi, corazón de la montña Song. Aunque hoy en día esta región pertenece a la ciudad de Zheng Zhou, antiguamente era parte de Luo Yang, importante ciudad que fue la capital imperial durante nueve dinastías. En ese entonces, La montaña Song no solo era considerada como un lugar sagrado, sino un punto estratégico para detener el paso de las armadas que deseaban atacar la capital imperial. Lo que obligó al Templo y sus monjes a formar alianzas con los emperadores en turno y, muy a pesar de los sagrados preceptos budistas, tomar parte en sus múltiples conflictos bélicos.
Sin duda el más famoso de ellos ocurrió a principios del siglo VII. Cuando un grupo de monjes Shaolin combatió junto a Li Shi Min en las batallas que lo llevarían a ser emperador y comenzar así la dinastía Tang (618 – 907). Esto aseguró la prosperidad del templo Shaolin en tiempos donde el budismo era percibido como una religión extranjera. Las hazañas de los monjes que ayudaron a Li Shi Min fueron grabadas en piedra y erguidas a la entrada del templo para salvaguardar la protección de futuros emperadores.
Así, durante varios siglos, el templo Shaolin fue sorteando con éxito su apoyo militar a las campañas de los generales que a su juicio podrían convertirse en emperadores. Y estos, a pesar de sus diferencias religiosas con el templo, pues la mayoría eran Taoístas, le otorgaron gran extensión territorial, poder y riquezas. A finales de la dinastía Ming (1368 -1644) El templo Shaolin no solo era un majestuoso santuario budista, sino también un reconocido centro de entrenamiento militar. Y a pesar de que la comunidad budista le condenó por sus lujos y participación en actos bélicos, estaba claro que la misma estrategia por la que eran criticados fue la que los llevó a la prosperidad.
Sin embargo, la época dorada del templo Shaolin vería su fin durante la dinastía Qing (1644-1911). Temerosos del poder militar que había alcanzado el templo, los gobernantes de esta dinastía le prohibieron la práctica de artes marciales y dejaron de subsidiarlos económicamente. Poco después de la caída del la dinastía Qing, en el año de 1928, ocurriría el momento más oscuro de su historia. Cuando Shi You San, junto con su armada, destruyeron el templo Shaolin casi en su totalidad. Y no fue sino hasta cinco décadas más tarde, en 1982, que como el ave fénix que resurge de sus propias cenizas, el templo Shaolin comenzó su reconstrucción.
En 1999 Shi Yong Xin fue oficialmente nombrado abad del templo Shaolin. Shi Su Xi, su predecesor, fue una figura crucial durante la reconstrucción del templo Shaolin y la preservación de su historia durante la revolución cultural en China. Sin embargo, Su Xi dejó de fungir como abad en 1990 debido a complicaciones de salud causadas por la enfermedad de Parkinson. Muchos pensaban que el sucesor de Su Xi sería su mas reconocido discípulo Shi De Yang, pero no fue así. Todo parecía indicar que Yong Xin y el gobierno de China tenían planes para el futuro del templo Shaolin, mismos que seguramente De yang no hubiera decidido apoyar.
Los cambios no se hicieron esperar. A principios del año 2000 el gobierno de Zheng Zhou hizo una gran inversión para la remodelación del templo Shaolin y fomentó al turismo como nunca antes. Todas las escuelas que enseñaban Kung fu en los alrededores del templo fueron demolidas de un día para otro. Sólo las grandes academias como Tagou y Epo aún permanecen. También ha sido prohibida la educación budista en las academias de artes marciales y los practicantes ya no usan hábito ni se rasuran la cabeza.
Como podemos ver, el ave fénix que resurgió de las cenizas del pasado es muy parecido al de antes. Y aunque la montaña Song ya no es un punto militar estratégico, hoy por hoy se ha convertido en uno de los sitios turísticos más fructíferos del país.
Una vez más, el templo Shaolin ha causado descontento entro grupos de artistas marciales y cleros budistas. Shi Yong Xin es fuertemente criticado no solo por comercializar el templo sino por los lujos y privilegios de los que gozan él y sus monjes más cercanos.
Pero ¿por qué nos sorprendemos tanto? A veces, basta una pequeña mirada al pasado para entender el presente y vislumbrar el futuro. Podremos estar o no de acuerdo con la nueva realidad del Templo Shaolin. Lo que nadie puede negar es que así es como ha subsistido por más de mil quinientos años. Hoy el templo está más vivo que nunca y es, sin duda, uno de los templos budistas más famosos del planeta.
Vuelvo a visitar el templo Shaolin, pero mis ojos han cambiado. Quizá más comprensivo, quizá más resignado, la marea de turistas ya no me molestan tanto. Me detengo en una tiendita para comprar un agua. La dueña del negocio me ofrece una camiseta con dibujos del templo, “very cheap” me dice mientras la acomoda sobre mis hombros para cerciorarse que es de mi talla. Al final la compro y, con una sonrisa en mi cara, sigo caminando por los pasillos del gran templo Shaolin.
- Hugo A. Sánchez