viernes, enero 31, 2025
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El Ninja y el Samurai

Por Ninja Culture

Relato Ninja

Un samurai se siente intranquilo en aquél castillo del Japón medieval, en esa noche de mucha neblina, mientras cumple su ronda de guardia sobre las murallas de la fortaleza de su señor, el guerrero experimenta una sensación casi inquietante por su infrecuencia; mientras permanece allí, en la helada oscuridad de la noche invernal, una extraña e indescriptible tensión comienza a manifestarse en su interior.

El sentimiento es absolutamente nuevo, y sus ojos se esfuerzan por atravesar la negrura de la noche… la delgada forma de la luna menguante no contribuye a calmar su intranquilidad, y sus oídos se tienden infructuosamente en busca del más mínimo rasgo de peligro. Nada parece turbar la tranquilidad de la noche… solo los sonidos naturales en las sombras invernales. Una suave brisa encrespa ligeramente la superficie del foso que se extiende a sus pies, y la tensión del centinela parece crear insólitas figuras de alguien… o algo… deslizándose en la oscuridad.

La sensación crece hasta transformar sus nervios en la cuerda de un arco a punto de disparar, y el hombre trata desesperadamente de encontrar una razón para su inquietud. El veterano Samurai camina de un lado a otro de la muralla que rodea al castillo, tratando de librarse de la extraña sensación que lo acosa, y repentinamente centella en su mente el sentimiento más vergonzoso que un soldado puede admitir. La tensión y la inquietud que experimenta no son más que una manifestación del más puro y simple… ¡¡miedo!!. Por primera vez en su vida, el veterano guerrero se siente aterrorizado.

¿Qué puede haber despertado ese temor? Enfrentando a un enemigo visible, no hubiera titubeado en lo más mínimo y su agresor habría lamentado su osadía; pero ahora todo se aclara en su mente… la razón para su repentino temor, su vergonzante temor… Esta noche, el fiero comandante de la guardia, a quien él remplazará algún día, previno a todos los centinelas sobre la creciente actividad por los alrededores de los temibles maestros del engaño y la invisibilidad… los super asesinos que el pueblo ha bautizado con el nombre de Ninjas, que ahora obedeciendo a su inveterada condición de mercenarios, actúan bajo las órdenes del más acérrimo enemigo de su señor.

Desde hace algunos días atrás, todos los guardias habían sido advertidos repetidamente de riesgo de una invasión, de modo que ninguna forma de infiltración pusiera en peligro las vidas de los habitantes del castillo.

Hasta donde alcanza su memoria, nuestro guerrero jamás ha visto un Ninja (muy pocas personas lo han hecho y vivido para contarlo)… pero no duda ni un instante de su existencia. Sin ir más lejos, el verano pasado había participado en una serie de entrenamientos especiales, destinados a terminar con la amenaza de esos asesinos, que a costa de innumerables víctimas han logrado hacer tristemente famoso el arte del marcial Shinobi, o como más popularmente se lo conoce el Ninjutsu.

El centinela sabe que el Ninjutsu incluye una enorme variedad de técnicas de espionaje y combate cuerpo a cuerpo, que convierte a los Ninjas, sus practicantes, en guerreros prácticamente invencibles, y recuerda muy bien la mirada de terror en los rostros de los escasos testigos sobrevivientes de sus ataques. Había quienes contaban haber visto Ninjas caminar sobre el agua, permanecer bajo la superficie más de un día sin emerger en absoluto, o caminar y correr con la sutileza, que podían matar a una persona sin que ésta percibiera su presencia. El Ninjutsu, según las tradiciones orales, capacitaba a sus cultores para escalar muros que desafiaban a los seres humanos normales, correr y saltar más alto que cualquiera de ellos, o incluso desaparecer ante sus mismos ojos.

El pueblo siempre había considerado a los Ninjas como seres sobrenaturales, pero para un Samurai no eran más que simples humanos de carne y hueso, a los que una espada bien manejada podría sin duda poner en su lugar rápidamente.

Pero entonces; ¿por qué aquel miedo incomprensible? ¿Qué es el miedo sino una tonta sensación, producto de la ignorancia, y la ciega aceptación de ella como sustituto de la razón y el conocimiento? Con todo su período de guardia por delante, y la oscuridad de la noche ante sus ojos, el guerrero sabía que dispondría de todo el tiempo necesario para repasar todos sus conocimientos sobre aquellos fríos asesinos, y de esa manera liberarse de aquel terror irracional que atenaceaba su garganta.

Una suave sonrisa de autosuficiencia comenzó a insinuarse en la comisura de sus labios… y aún permanecía allí cuando la afilada hoja de un Shuriken dio en su pectoral de la armadura que lo protegió muy bien, estaba a salvo por el momento. Sabía que había llegado el momento de hacer frente al temor…

De repente vio que una luz brillante parpadeo desde la oscuridad, era una espada que había sido desenvainada y se dirigía a él, con un rápido movimiento logró desenvainar la suya para repeler el ataque. El sonido de dos espadas chocaron con estruendo en el silencio de la noche. Un nuevo movimiento se dirigía hacia la mitad de su cuerpo por ello puso su espada en forma vertical y con ello repelió un nuevo golpe asesino. Se había salvado por segunda ocasión.

De inmediato realizó dos golpes con su espada hacia la oscuridad de donde provenía el movimiento de aquélla espada… pero no le dio a nada, su espada no encontró al sujeto que lo estaba atacando, no encontró nada entre las sombras. Aquel individuo era uno con la oscuridad, uno con las sombras.

La espada atacante ya no reflejaba el brillo lunar, la espada había sido envainada. No había tiempo para desconcentrarse, sus años de entrenamiento le permitían controlar sus nervios y ponerse en guardia con su espada en la mano. Sus sentidos se agudizaron y se hicieron uno con el silencio nocturno.

Eso le permitió escuchar el sonido de objetos que venían volando hacia él, ya no era un shuriken sino varias de aquellas «estrellas asesinas», pero su sabiduría le permitió entender que eso era un distractor y enseguida vendría los golpes mortales con algún objeto filoso u otra arma desconocida.

Aguanto las heridas de algunos shurikens en los hombros, y el sonido del viento le indicó que detrás de él venía algo en su dirección, logró voltear con su agilidad propia de samurai experimentado y preparar su golpe con su espada que lo acompañaron en otras batallas a lo largo de su vida.

Sintió que un objeto punzocortante le lastimaba el pecho, su legendaria armadura había sentido el corte de una espada mucho más pequeña que la suya y le había abierto una herida mortal, pero además ahora tenía de frente al causante… una figura con investidura negra completamente y con solo una comisura en sus ojos se podía notar delante de él, estaba inclinado con las manos extendidas sujetando aquella arma. Los ojos de aquél sujeto destinaban frialdad y temeridad, por ello quiso darle un golpe con su espada pero las heridas hicieron que lo soltará.

Parecía que las fuerzas lo abandonaban por completo y las luces de sus ojos se comenzaban a apagar, el aliento le estaba empezando a faltar rápidamente… entonces con su último aliento, recordando el honor de samurái consiguió quitarse un shuriken del hombro y sostenerla fuerte con su mano, con la otra mano sostuvo la espada que lo hería mortalmente en su pecho y se hundió aún más en ella al mismo tiempo que daba un golpe hacia el cuello de aquel sujeto con su propia arma… su propio shuriken.

Ambos cayeron heridos mortalmente al suelo de aquella muralla, el viejo samurai pudo ver que aquél sujeto vestido de negro cerraba los ojos mientras su herida mortal de su cuello seguía fluyendo. Una sonrisa se hizo en su rostro. Era un simple hombre y mortal como todos pensó en su adentros, había vencido un mito de aquel tipo de hombres. Los que llamaban «shinobi» o «ninja».

Pero su rostro palideció de pronto cuando observó más figuras de negro delante de él, vestido de la misma forma al que había enfrentado. No sólo era uno… había al menos una docena de ellos.

Con su último aliento observó que se alejaban adentrándose al castillo medieval que hasta ese momento había sido impenetrable. Fue lo último que vio aquel samurai que cubría la guardia.

Cuenta la historia que esa noche ardió en llamas un legendario castillo donde perdieron la vida muchos guardias y el señor gobernante del lugar.

Fuente: Ninja Culture

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