Desde muy pequeño decidí que el camino marcial era el que quería seguir toda mi vida, no para ser el mejor, no para probar algo a los demás, o a mi mismo, de hecho me importa poco el éxito de los demás en este rubro y me causa extrañeza y a veces pena, cuando veo que alguien se regocija en sus habilidades, valentía o brutalidad, como si eso de alguna manera los hiciera mejores personas, si me preguntan, diría que eso solo demuestra lo mucho que necesitan ser reconocidos, valorados, queridos y respetados. Un reflejo de carencia emocional. Por alguna razón, los que practican artes marciales creen que «son más» que los ciudadanos promedio, pero a mi, el solo considerarlo me parece ridículo. El ser humano vale por lo que aporta, así de sencillo. Si tienes un conocimiento o habilidad determinada, esta te da una responsabilidad social, de otro modo solo estarías alimentado tu ego, y mucho ego nunca es bueno, menos en un grupo de individuos que encuentran fascinación por la sangre, el dolor, la brutalidad y las cargas de testosterona. No me mal entiendan, yo soy uno de esos individuos, también tengo algo roto, y lo acepto sin ningún pesar. Trato de sacarle provecho.
La razón por la que decidí entrar a este mundo es porque vi demasiadas inconsistencias, incoherencias, contradicciones y de más sin sentidos, que vi la oportunidad de aportar algo, de ser valioso. Y quien mejor que un loco como yo, para decirle a un grupo de locos que no dudaran en pelear a la primera provocación, que algo estamos haciendo mal. Necesitamos colaborar, empezar a ser relevantes, las artes marciales en sus diferentes facetas, fueron protagonistas en mayor o menor medida en los conflictos de nuestros ancestros, ahora, no es como que no haya conflictos que atender, de hecho hay suficientes para elegir. ¿Por qué seguimos en nuestra burbuja? ¿Por qué seguimos compitiendo entre nosotros? ¿Por qué nos conformamos con nuestras actividades deportivas y recreacionales? ¿Qué de plano no se les ocurre nada que podamos hacer para salvar al menos a tu propia familia?
El perfil psicológico más común en este sector de la población, esta lleno de personas a las que les faltó cariño o reconocimiento. El estándar social es de personas que no lograron concretar sus estudios profesionales, o simplemente no encuentran algo más lucrativo, (en su gran mayoría, todos cambiarían de actividad a la menor oportunidad) Ni siquiera estamos contemplados en el terreno laboral como profesionistas, hemos perdido esa posición.
Ser el mejor peleador no te hace más valioso, solo popular en algunos círculos sociales. Abramos los ojos, si tienes habilidades, información o conocimientos que pudieran salvar aunque sea a una sola persona, te haría un poco mas importante en el mundo, pero no pares ahí, siempre habrá alguien a quien ayudar. Regresemos a las artes marciales esa relevancia y utilidad que solían tener, actualicemos, modifiquemos, adaptémonos a la vida contemporánea. No deberíamos de desperdiciar un solo momento en ver quién puede más, deberíamos estar buscando que podemos hacer, aprender de todos, por eso he colaborado con agencias privadas y organismos gubernamentales, por eso doy clases, por eso permito poner en riesgo mi integridad, porque al explorar nuevas formas de defendernos, de pelear, podremos aportar algo a todas esas personas que están muriendo día a día por salvar su integridad, su libertad, su justicia y sus sueños.